miércoles, 7 de noviembre de 2012

Clavad la bandera

El San Juan Nepomuceno fue un navío de línea de 74 cañones de la Armada Española entre 1766 y 1805 en el que fue apresado en la batalla de Trafalgar por la marina inglesa.
Si os preguntáis por su nombre, fue en homenaje precisamente a San Juan Nepomuceno que desde 1758 es patrón del cuerpo de infantería de la marina de España.

Dibujo del San Juan Nepomuceno navegando a un largo con las velas gavias desplegadas.


¿Y quién era San Juan Nepomuceno?, pues fue un santo y actualmente es el santo patrón de Bohemia que vivió en el siglo XIV y que fue canonizado en el siglo XVIII. Se supone que fue el primer santo en recibir martirio por negarse a roper el voto del secreto de confesión y eso al rey Wencesalo IV de Bohemia no le gustó nada y lo arrojó por el puente Carlos de Praga.

Estatua de San Juan Nepomuceno en el puente Carlos de Praga


Don Cosme Damíán de Churruca fue un destacado marino y militar y uno de los personajes más ilustres de la armada española de la época. En el año 1803 pasa a ser capitán del San Juan Nepomuceno con el que en el año 1805 toma parte junto con el resto de la flota hispano-francesa en la batalla de Trafalgar.

 Estatua de Cosme Damián Churruca en Mutriku (Gipuzkoa)


El navío fue capturado tras rendirse y llevado a la base de Gibraltar por la flota inglesa. Fue uno de los últimos barcos en rendirse, se batió al principio contra dos navíos ingleses y más tarde contra cuatro, cuando otros navíos españoles y franceses ya habían abandonado la lucha.
El por entonces aún brigadier Churruca (nombrado almirante a título póstumo), herido de muerte, prohibió a sus oficiales rendirse y ordenó clavar la bandera y continuar la lucha. Su segundo comandante, Francisco de Moyna, también acabó muerto.

Muerte de Churruca en Trafalgar


Al alcanzar los 100 muertos y 150 heridos a bordo, el oficial al mando ordenó rendirse. En ese momento, es posible que el San Juan tuviera hasta seis navíos ingleses cañoneándole.
Tras la batalla de Trafalgar, el navío fue tomado al servicio de Gran Bretaña como HMS San Juan y sirvió como pontón en Gibraltar durante muchos años y como lugar de recepción de autoridades a partir de 1808. En honor al valor de almirante Churruca, se colocó una placa con su nombre en la cabina que él había ocupado mientras que permaneció a bordo, y se ordenó que todo el que en ella entrara, se quitara el sombrero, como si el capitán aún estuviese en su camarote y como muestra de respeto a un enemigo aguerrido.
Acabó siendo vendido y desguazado en 1818.

"Clavad la bandera" fue la última orden del capitán Churruca antes de morir. Clavar la bandera es la orden para que la bandera no pueda ser arriada y sea clavada en el pabellón continuando la lucha hasta la muerte, sin rendición, hundiéndose el navío si así tuviese que ocurrir. La orden finalmente no fue cumplida tal y como hemos descrito anteriormente.



Tal y como comentamos en Los almogávares, esto es lo que nos cuenta la historia pero aquí tenemos de nuevo a nuestro buen amigo don Pedro Churruca charlando con sus hijos en el jardín de su casa y explicándoles la gloriosa muerte de su antepasado el póstumo almirante don Cosme Damián Churruca a bordo del San Juan Nepomuceno. Una historia digna de escucharse en boca del más ilustre descendiente de tan afamado marino.

Mientras va contando a sus hijos las peripecias de su tatatatatarabuelo, la hija Isabelita, una niña modelo, lanza una conclusión sobre la viñeta que está viendo y que a su padre le gusta mucho mirándole con condescendencia amorosa.
El hijo malo Pedro lanza en cambio una pregunta que no gusta a su padre, le responde pero viendo ya en su hijo esa incipiente preocupación constante por el dinero.

Quizá el hijo malo no andaba tan mal encaminado. Esta es una carta que escribe el ilustre antepasado a su hermano antes de partir a la batalla de Trafalgar:

"Navío San Juan en Cádiz a 11 de octubre. Querido hermano: desde que salimos de Ferrol no pagan a nadie ni aun las asignaciones, a pesar de estar declaradas en la clase del prest del soldado, de manera que se les debe ya quatro meses y no tienen ni esperanza de ver un real en mucho tiempo; aquí nos deben también 4 meses de sueldo y no nos dan un ochavo, sin embargo de que nos hacer echar los bofes trabajando: con lo que no puedo menos de agradecer mucho el que hayas libertado a Dolores de los apuros en que se andaría para pagarte los 1.356 reales que te los libraré yo luego que pueda; entretanto, he encontrado en Ferrol a un amigo rico que socorrerá a Dolores con quanto necesite, y quedo tranquilo con haver asegurado ya su subsistencia decentemente. Estos son los trabajos de los que servimos al Rey, que en ningún grado podemos contar sobre nuestros sueldos (...) Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto."

Algo si que parece que le interesa el dinero a don Cosme, pero bueno, como ya decimos, esto son sólo documentos históricos sin valor, lo importante es lo que nos cuenta el ilustre descendiente don Pedro.


Al hacerle el hijo bueno José una conclusión gloriosa de su antepasado, don Pedro entonces si, practicamente entra en éxtasis místico, una luz divina parece que lo ilumina y con los ojos casi en blanco narra como si fuese él mismo quien estuviese en esa batalla (de hecho lo es con una peluca blanca) que da fin gloriosamente a su tatatatatarabuelo. Cuando termina su glosa, parece de nuevo que la luz divina deja de iluminarlo y vuelve a tierra mientras recuerda la última orden del almirante póstumo: "Clavad la bandera", que de nuevo como ya hemos dicho, parece que finalmente no se cumplió.

Para terminar, el hijo malo, Pedro, de nuevo comenta algo que a él le resulta curioso. La respuesta de su padre no deja lugar a dudas bajo la atenta mirada preocupada de su madre viendo que su hijo se descarría del buen camino.

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